Estrés, un mecanismo de supervivencia:
Hoy en día, cuando utilizamos la palabra estrés, de normal pensamos en las mil y una tareas que tenemos que hacer antes de acabar la semana, la cantidad de trabajo que nos exige nuestro jefe, el llevar una casa y una familia adelante…
Pero en realidad el estrés es un mecanismo fisiológico que compartimos (al menos en parte) con la gran mayoría de seres vivos del planeta, los cuales no tienen ninguna de estas “obligaciones” y, ni siquiera, la capacidad de preocuparse por las tareas que tienen que hacer en el futuro.
El estrés (del latín stringere = apretar, poner en tensión o presión, desgastar), surge como mecanismo de respuesta a un estímulo que pone en juego la supervivencia del individuo en el momento presente. Es la reacción de nuestro cuerpo delante de una necesidad de adaptación al medio, con el único fin de procurar seguir vivo.
Así pues, en un entorno natural, uno puede sentir estrés por falta de comida, las inclemencias de la meteorología, una enfermedad o dolencia, la presencia de un depredador u otro individuo que intenta de arrebatarnos nuestro territorio, pareja, rebaño, alimento…
Si nos fijamos, todos están relacionados con la supervivencia personal o de la especie, los peldaños más bajos de la pirámide de jerarquía de las necesidades de Araham Maslow (psicólogo humanista, padre de esta teoría sobre la motivación):
Lo que tienen en común los estresores relacionados con las necesidades de los peldaños bajos es que, en un contexto natural, son de corta duración. Los superamos y sobrevivimos o, por lo contrario, morimos.
¿Por qué las cebras no tienen úlceras… y los humanos sí?
Robert Sapolsky (profesor de biología y neurología en Stanford) divulga de forma muy entendedora este hecho. Sin pretender parafrasearlo, para entender en qué somos diferentes los humanos a la hora de vivir el estrés, tenemos que tener en cuenta como mínimo tres factores clave marcados por la evolución de nuestra especie:
- La gran mayoría de los animales viven en el aquí y el ahora. En un momento de la evolución, los seres humanos, desarrollamos ciertas capacidades como el lenguaje simbólico y el razonamiento, las cuales nos permitieron, entre muchas otras cosas, la capacidad de pensar en el futuro o en otras posibilidades. Esto conlleva grandes ventajas a nivel de supervivencia. Pero, como veremos, tiene sus posibles inconvenientes… de repente, aunque tenga asegurada mi supervivencia en el aquí y el ahora, puedo estar pensando en los posibles peligros que me acechan en el futuro o una situación actual imaginaria.
- Gracias a esta capacidad de pensar en lo que puede ir mal, pudimos prever y evitar ciertos peligros y, por lo tanto, sobrevivir más. Imaginaros dos antepasados nuestros avanzando por un territorio desconocido donde uno prevé y vigila su entorno en busca de posibles peligros, mientras que el otro no. ¿Quién tiene más opciones de sobrevivir? Está claro que el más previsor… O sea, que somos los descendientes de los humanos que sobrevivieron (o sea, los más neuróticos del pasado) para poder reproducirse, y lo que fue una ventaja en un entorno hostil (enfocarnos en lo negativo), puede ser un inconveniente a día de hoy. Esto no quiere decir que tengamos que obviar esta tendencia y cambiar a un positivismo ilusorio e ingenuo, sino aprender a utilizar esta virtud que nos ayudó a sobrevivir y gestionarla a nuestro favor, en vez de estar sufriendo constantemente por las futuras consecuencias.
- Por último, también tenemos que tener en cuenta que estas nuevas capacidades nos generaron nuevas necesidades, que podemos ver en la parte alta de la pirámide de Maslow. Los seres humanos, junto con otros animales, nos convertimos en seres sociales, donde la pertenencia al grupo / sociedad se volvió imprescindible para nuestra supervivencia. Pero nuestra evolución no terminó aquí. Al desarrollar estas nuevas habilidades mentales, vinieron junto con las necesidades de autoestima y autorrealización, más vinculadas con el ¿quién soy yo o quién quero llegar a ser?, con lo que surgieron nuevos posibles peligros en nuestro entorno (o en nuestras cabezas).
Así pues, los humanos podemos estar creando o reproduciendo el peligro en nuestras mentes (aunque no esté físicamente allí o, directamente, no sea un peligro para nuestra supervivencia real). Pero para la mayor parte de nuestro cerebro, que se forjó en el estímulo directo del aquí y el ahora, ese pensamiento es igual de real que si hubiera un león delante nuestro a punto de atacarnos. Piensa que muerdes un limón y salivarás, recuerda una situación de alegría y sentirás la emoción que sentiste en ese momento…
Cualquier pensamiento, sea real o imaginario, futuro, pasado o presente, es vivido como actual y real por nuestro cerebro. Y, además, tenemos la capacidad de poder mantenerlo durante largos períodos de tiempo o de repetirlo frecuentemente.
Por eso las cebras no tienen úlceras y los humanos sí, ya que éstas solo se estresan mientras están en la situación de peligro (estrés agudo), mientras que los humanos, como veremos en otra entrada más adelante, podemos vivir permanentemente en estado de estrés (estrés crónico).
Hormonas y neurotransmisores de estrés:
Pero ¿qué es lo que hace que sintamos el estrés? Delante de un estímulo que detectamos como un posible peligro, se ponen en marcha dos procesos paralelos en nuestro cuerpo: el sistema nervioso simpático (SNS) y el eje hormonal Hipotálamo-Pituitaria-Adrenales (HPA).
La activación de estos dos sistemas llevará a la producción de distintas sustancias (hormonas y/o neurotransmisores) que producirán la reacción fisiológica de estrés. Estos serían los más importantes:
- Cortisol: Producido por las glándulas suprarrenales a partir de colesterol. Sus funciones principales son incrementar los niveles de azúcar i grasas en la sangre (para asegurar tener energía delante de la situación de estrés), la supresión de la inflamación y la sensación de dolor (no podemos sentir dolor si estamos huyendo de un león), y la producción de otras hormonas / neurotransmisores de estrés (estimula la producción de Noradrenalina y Adrenalina utilizando Dopamina como precursor).
- Noradrenalina: Aumenta el suministro de glucosa y oxígeno en cerebro. Su principal función es la de permitir tolerar el estrés psicológico o mental.
- Adrenalina: Aumenta el ritmo cardíaco, la tensión arterial, el suministro de oxígeno y glucosa al músculo… y participa en la supresión de procesos no vitales (como la digestión y del sistema inmunitario). Su principal función es la de permitir tolerar el estrés físico.
Durante una situación de estrés nuestro cuerpo también produce otras sustancias como Glucagón, Histamina, Prolactina, Dopamina, Glutamato…
La producción de todas estas sustancias es básica para poder hacer frente y adaptarnos a cualquiera de las situaciones que ponen en juego nuestra supervivencia (real o simbólica). Pero en el momento en que este estrés se vuelve crónico o disfuncional, fácilmente puede acarrear todo un conjunto de problemas, como veremos más adelante en otra entrada.
Neurotransmisores implicados en la modulación o gestión del estrés:
Al igual que vimos la importancia de los neurotransmisores para motivarnos, tenemos que tener en cuenta que, una vez ya estamos activados (ya sea por un motivador de los que vimos o por una situación de estrés), podemos tener la necesidad de aguantar, bajar el ritmo o incluso parar.
Una vez más, según la sensibilidad a los distintos neurotransmisores, tenderemos a actuar (o por lo menos a querer actuar) de manera distinta durante una situación de estrés:
- GABA: Acelerando repentinamente, seguido de necesidad de frenar y parar por completo para reponerse.
- Acetilcolina: Adaptándose y avanzando ágilmente sin frenar hasta solucionar o salir de la situación.
- Serotonina: Avanzando a velocidad constante, evitando acelerones y frenadas, para no agotarse.
Gracias a los resultados obtenidos en el DAGGAStest podemos saber cuál de las tres sería la principal vía de modulación o gestión del estrés para alguien en concreto, para así ayudarlo a entender por qué delante de una situación de estrés tiene tendencia a reaccionar de una manera u otra.
Si tenemos en cuenta nuestra sensibilidad neuronal, podemos utilizar herramientas (que veremos en otra entrada más adelante) para asegurar que su/s principal/es neurotransmisor/es de modulación esté/n funcionando correctamente y les permita aguantar, saber bajar el ritmo o parar cuando lo necesiten.
A su vez, también nos puede servir para ver cuando hay un sesgo claro hacia alguno de los moduladores, obviando a los otros… los cuales no hay que olvidar, también son indispensables para saber gestionar el estrés de forma óptima y lograr un estado de bienestar.